domingo, 25 de enero de 2015
El encuentro de Amparo
Mi tía Amparo me llama como de costumbre para hablar de esos temas que solo habla conmigo; algo de sentimientos, algo de plata, algo que la aleje de ser los temas de siempre. Llego y la saludo, pero la encuentro en la puerta de su edificio fumándose un cigarro, echando humo como una aparición. Algo nerviosa, algo ansiosa. Me dice, mientras se mueve lentamente, que quiere contarme algo, que no sabe con quién hablarlo. Le pregunto si es algo referido a las deudas que tiene mi tío, me dice que no exactamente, que mejor salgamos a la vereda de en frente que no quiere que las paredes escuchen.
Yo insisto mientras cruzamos, en que si ya arregló el problema de las deudas, si ya habló con el banco para negociar los pagos completos pero fraccionados. No, me dice. Tú tío me ha metido en uno de los mayores problemas de mi vida, yo que pensaba que me estaba siendo infiel, pero resulta que con la muerte de su hermano todo se complicó. Este bendito hermano suyo pagaba todos los gastos de sus padres, y cuando se murió, tu tío pasó a pagarlos sin avisarme una palabra, ruleteaba las tarjetas, aceptaba préstamos de aquí y de allá que el banco le daba, yo siempre le pregunta qué era lo que ocurría por qué nunca tenía plata, hasta lo seguí y no vi nada raro, así he estado todo este mes hijo. Ahí estábamos parados, mirando su edificio, subidos sobre lo más alto de la vereda, contemplando la calle vacía con la noche llegando. Sabes hijo, me dijo, yo hubiera preferido que tuviera otra mujer, no descubrir esta estupidez de problema, de estar con un hombre que no sabe afrontar las cosas, que no corte con esa familia de mantenidos, ahora yo no tengo un centavo para remodelar mi casa como quería, ya mis hijos se fueron de la casa, tú mismo eres testigo. Lo sé, le dije, pero no creo que se prefiera una cosa o la otra, finalmente el problema es de dinero. No, no es dinero, es una decepción muy larga de explicártela, algo como ver una escultura hueca en todas sus direcciones y no encontrar ninguno de sus bordes, algo así. ¿Pero eso es lo único que te tiene mal?, Finalmente tía, qué más da. El banco te acepta un cronograma de pagos, basta con que te sinceres como una parroquiana arrepentida y con los ingresos comunes que tengan lo empiezas a arreglar. Sí, pero eso no es lo que me tiene así creo, también hay otra cosa que me pasó ahora en la mañana y no sé qué pensar. Pero ¿qué es tía? Le dije con las manos en los bolsillos. Lo que pasa, me dijo, es que me llamó Clara, una conocida a la que yo llamo, como ya sabes, amiga, porque así le digo a todo el mundo, finalmente qué importa el término, pero me dijo que quería hablar conmigo sobre el general Juanjo que había sido mi enamorado hace como 40 años y kilos atrás y que está casado con ella. Mi tía ya sabía que Juanjo estaba con cáncer terminal e internado en el hospital militar, mi tía siempre sabía hasta las cosas que aún no habían ocurrido. Este Juanjo se había enamorado de ella cuando vivían en Piura, ella era una joven inmarcesible más alegre que una catarata cuando saludaba a la gente, Juanjo era un cadete que estaba en esa época, la cortejó con el uniforme puesto en el alma para impresionarla y lo consiguió, como ya dije, fueron novios, pero viajó a otra cuidad por unos tres meses, el problema vino cuando al regresar le pidió matrimonio desesperadamente. Mi tía quería disfrutan un poco más de su vida y le pareció un poco raro todo, no fueron en vano sus sospechas cuando después de decirle que no, le dijeron que Juanjo había embarazado a otra chica cuando estuvo de viaje. Como comprenderás, me dijo mi tía, de ninguna manera me iba a casar con un sinvergüenza así. Si eso hace con esa edad, qué no haría más adelante, ni hablar.
El problema que nos tenía sobre la vereda en ese momento es que esa chica embarazada era su amiga Clara, que estaba cuidando a su esposo moribundo de cáncer y que ella siempre supo que su marido amaba a otra, nunca supo que Amparo era esa otra porque no sabía que ella había sido enamorada de él. Solo cuando estuvo preparando las cosas de Juanjo para entregar a los familiares ante lo inminente, descubrió un álbum de fotos escondido en el garaje, eran recortes de pensamientos, de poemas, de fotos de Amparo, hasta artículos de periódicos murales militares que tenía mi tía porque su marido actual también era militar y ellos dos siempre eran el alma de alguna fiesta y, siempre publicaban algo de los eventos.
Clara, leyó detenidamente todo lo que estaba en ese álbum, luego descubrió que había dos y hasta tres escondidos estratégicamente por toda la casa que pasaban desapercibidos como libros de cursos militares empaquetados.
Lo que Clara me pidió sobrino, es que por favor vaya a ver a Juanjo que se está muriendo, ¿sabes? Ella me dijo que éste tipo nunca dejó de estar enamorado de mí, que tiene media vida mía escondida entre libros y paquetes. Su mujer sabe que eso lo haría muy feliz. El problema es que no me alcanzó el tiempo para preguntarle a mi tía ¿Y qué hiciste? Sino que ella fue ni bien se lo pidió.
Ambas fingieron no conocerse de antes y solo comentar que en una cola de banco, como quien va a pedir un cronograma de pagos para regular una deuda que hizo su marido, comenzaron a hablar, y de un tema salió otro hasta llegar a un esposo moribundo que una de ellas conocía de mucho tiempo atrás y que le daría muchas ganas de verlo y desearle una pronta recuperación.
Pues ahí estaban paradas las dos frente a Juanjo, al borde de la cama, viéndolo con los ojos apagados y un monitor paseando una chispa en la pantalla.
Juanjo, le dijo Clara, te presento a Amparo, es una vieja amiga tuya que dice que te conoce, ahora la conocí en el banco. Juanjo abrió los ojos creyendo que se acababa de morir, pero se dio cuenta después de su sonrisa que no, que seguían los dolores y la misma habitación. Amparo, qué gusto verte, le dijo, ¿Cómo están tus hijos? ¿Tu esposo? ¿Todo bien?
..:: MAuro ::..
25/01/2015
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2 comentarios:
Me recordó a un libro que me leí hace mucho tiempo y me gustó mucho: Seda, de Alexandro Baricco (hicieron una adaptación en el cine aunque no la vi)
Deja esa sensación de amor infinito detrás... las musas son musas, pero la que lo cuida y arropa y le lleva a su musa hasta el final, es su mujer
Dicen que siempre hay dos amores en la vida, el que vives y el que no puedes vivir, que uno saca quien realmente eres y el otro quien hubieras podido ser... y que ambos son necesarios
Qué fuerte eso de los amores
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