jueves, 29 de marzo de 2012

El Cerebro Primitivo


Octavio llegó al pub citado, se paró en la vereda de enfrente, esperando a que ningún auto que circulaba atentara contra su vida. Cruzó la calle mirando a ambos lados. La entrada al lugar de su cita era algo extraña, era una caseta telefónica roja de estilo británico, en vez de una puerta de ingreso convencional. Una vez que entró, miró todas las mesas de plástico tapadas con manteles cuadriculados blancos y rojos. Eran las 9:00pm y el local comenzaba a llenarse. Se sentó y pidió una cerveza. Había salido del hospital donde trabajaba y había quedado en encontrarse con una antigua novia suya que acostumbraba ir a ese lugar.

Por la mañana, una discusión absurda con su mujer había disparado el gatillo de la procacidad y del desgaste mutuo.

Octavio no había querido regresar a casa, sino por el contrario escapar a los brazos de Fernanda, la amiga que ahora esperaba sentado en aquel pub, era la mujer que dejó por la que sería su esposa dos años después. Fernanda era una psicóloga que tocaba la guitarra. Octavio la había llamado para encontrarse los dos en la noche, y Fernanda luego de un silencio cómplice al otro lado del teléfono y, a sabiendas del actual estado civil de Octavio, lo invitó a oírla tocar donde solían ir cuando eran pareja.

Para Octavio volver a ese mismo lugar le resultaba algo incómodo, como querer calzar sus mismas pisadas caminando hacia atrás, pero al mismo tiempo la idea lo entusiasmó y no se pudo negar. Le dio el número de su celular a Fernanda para coordinar algún retraso intempestivo, pero ella se encargó de negarlo.

Octavio estaba a punto de terminar su primer vaso de cerveza cuando recordó a su mujer. ¿Pero qué estaba haciendo ahí sentado? Una simple discusión iba a hacer que la traicionara. Miró su teléfono celular, no lo había llamado en todo el día como ella solía hacerlo cuando discutían. A veces ella daba el primer paso y le mandaba un mensajito al celular para saber por dónde andaba. Un simple bip–bip era para él, un aviso de vuelta a casa. Ese era el preámbulo de una reconciliación que luego correría por cuenta propia. Pero ya eran las 9:10pm y en todo el día no había recibido nada.

Fernanda llegó –Hola Doctorcito–, le dio un saludo en la boca a Octavio, estaba atrasada, tocaría inmediatamente. Todo el local escucharía a la psicóloga guitarrista. Era como si el aire enmudeciera. El techo que estaba cubierto por una especie de ramas desprolijas que lo decoraban todo, esperaba sus canciones. Subió al escenario, se acomodó la guitarra y la rasgó provocándole quejidos que se oían en cada esquina del local. Profirió la primera estrofa de una canción de cuando Octavio y ella eran felices, y él aún no pensaba en convertirla en un recuerdo “bonito”. Fernanda ya casi cantaba con los ojos cerrados mientras adivinaba que era totalmente observada, mientras que Octavio leía una receta de su bolsillo y miraba el celular para saber si su esposa le había mandado algún mensaje.

Las cuerdas vibraron hasta que se congelaron en medio de un aplauso final. Ella agradeció doblándose. Regresó a la mesa de Octavio. Él la felicitó, le dijo –Tocaste muy “bonito”–, ella encendió un cigarro.

[Así es amor de mi alma, solo toqué para ti, y tú solo me dices que muy “bonito”, nunca cambiarás]

–Gracias Octavio, y tú siempre escuchándome. ¿Y qué milagro me llamaste?

[¿Qué pasó con tu mujercita? ¿Ya te diste cuenta que era una idiota?]

–Pues nada, tuve ganas de verte

[Cómo si me lo fueras a creer, Fernanda. Estoy seguro de que tengo cara de haberme peleado con mi esposa, y sabes perfectamente que quiero solo fornicar contigo].

–Qué lindo de tu parte, gracias. ¿Y cómo te va?

[Como se te ocurra contarme de tu mujer te quemo los ojos con el cigarro, inestable de porquería].

–Todo bien, se fue de viaje y ando solo por ahora.

–¿Pero todo está bien con ella?

[¿Dios por qué tuve que preguntar por ella?]

–Sí, bueno en realidad más o menos

[Ahora te toca preguntarme, Fernanda, “por qué más o menos”, y por ahí puedo hacerme la víctima. Dale].

La música comenzaba a subir y forzaba a juntar más las cabezas para poder oírse.

[Eres un pendejo, te quieres hacer la víctima conmigo, seguro que le has dicho cualquier pretexto a tu mujercita y como ni siquiera sabes cortejar mujeres nuevas, recurres a mí]

–¿Cómo que más o menos? ¿Ocurre algo malo?

–Tenemos algunos problemas.

–Uy pobre, pero esas cosas pasan, ya verás que lo superan.

Octavio sacó el celular de su bolsillo y miró.

[Este tipo, seguro que le va a mandar un mensaje a la esposa para decirle que aún se está demorando en el hospital]

–¡Uy! qué lindo celular, a ver préstamelo, ¿sí?

A pesar de su gesto facial, a Octavio no le quedó otra que dárselo, Fernanda lo tomó

–Qué “bonito”, es de la última versión ¿verdad?, voy a pasarte una canción por el bluetooth. ¿Sí?

[Ahora te jodiste, tengo una canción de 60 minutos, así que estará demorándose por lo menos 15 minutos en pasarla del mío al tuyo].

–Claro, dale.

[¡Puta madre! ahora no me va a entrar ningún mensaje mientras esté la descarga].

–Y qué me cuentas Fernanda, ¿qué se cuenta la psicología?

–Pues nada.

Todo quedó en silencio. Fernanda rompió el aire con una pregunta absurda.

–¿Sabías que en el hombre existen acertadamente por lo menos dos cerebros paralelos?

[¿Qué mierda estoy preguntando?, Dios, qué pelotuda que soy].

[Ahora sí que ella perdió el juicio]

–No, qué interesante, no lo sabía, ¿cómo es eso?

–Pues está el cerebro primitivo que gobierna los sentimientos y los impulsos, y luego sobre él evolucionó el neocortex que es la parte que llegó después, es la parte que razona, el intelecto puro.

–Qué interesante Fernanda. ¿Cómo es eso?

[Cómo si yo siendo médico no lo supiera. Ahora no sé cuánto tiempo voy a estar en este tema antes de decirle que quiero llevármela a la cama].

Ya comenzaba a llegar más personas al pub y el sonido ensordecedor de sus risas dificultaba la conversación todavía más.

–Es muy simple Octavio, –le dijo Fernanda mientras veía los dos celulares conectados en el aire. –Toda información que procesamos tiene dos tipos de autopistas. La del neocortex que es la más lenta, es lo culturalmente aprendido, la que se demora más en llegar a gobernar nuestros actos, y la otra autopista es la del cerebro primitivo, esa llega siempre primero. Por eso las reacciones violentas no premeditadas se hacen evidentes, los ataques de celos, las angustias, los arranques impensados, la pasión, el amor y, luego después de todos estos hechos consumados, llega el pensamiento racional a preguntarse por lo acontecido.

La emoción siempre le ganará la carrera al pensamiento racional, Octavio, ¿No te parece interesante?

–Pues la verdad que sí–, le dijo él, absorto por la cara abstraída que ponía Fernanda cuando se lo contaba.

–Claro, por más que tengamos el mayor convencimiento racional que una cosa no podría ocurrir, albergamos la esperanza en el cerebro emocional de que no, y cuando parten la carrera las dos juntas, siempre la segunda llega primero.

De pronto los celulares avisaron que terminó la transferencia de información. Octavio tomó el suyo y lo guardó en su bolsillo. Fernanda tomó el otro y empezó a apretar sus teclas como reconfigurando algo.

–Ya está listo–, dijo Fernanda, –ya verás de lo que te hablo cuando escuches la canción que te pasé.

–Ok– dijo él, sin entender a qué se refería.

Octavio ya no quería estar más tiempo con ella, quería regresar a casa. De pronto, su bolsillo sonó anunciando un mensaje en el celular. Por fin llegaba el mensaje de su esposa rescatándolo del error de esa cita,

–Bueno Fernanda, creo que me están llamando del hospital–, ha sido muy lindo verte de nuevo–.

–¿Qué?, ¿tienes que irte, no íbamos a estar juntos hoy?

–Sí pero de seguro hay una emergencia. Lo siento. Mañana tengo que ver a un paciente a primera hora.

–Bueno– le dijo ella, –yo acá subiré luego para tocar otra canción.

Los dos se despidieron con un beso en la boca. Octavio cruzó las mesas caminando, se buscaba el celular en el bolsillo para ver el mensaje de su esposa. Había dejado el encuentro furtivo de su “ex” para regresar con su esposa que lo extrañaba y que de seguro no quería pasar la noche sola, cruzó por la cabina telefónica roja que marcaba el ingreso del local, se paró en la vereda y abrió el celular:

De: Fernanda

Asunto: Tu Cerebro Primitivo

Mensaje: ¿Ahora ya te das cuenta a lo que me

Refiero?, el cerebro

primitivo llega primero.

Octavio se quedó parado sobre la vereda, regresó mentalmente al local pero sin mover un solo pie, se asomó usando su imaginación por la cabina telefónica y algo de él entró nuevamente. Vio a Fernanda subida en el escenario con la guitarra colgando, diciéndole cosas escondidas en una canción, pero que él no quiso escuchar y terminó de marcharse.♠

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