Había pasado toda
la semana cumpliendo con la inexplicable misión de abandonar mi consumo de
carne. Para mi propio entender eso era como si una ciudad pudiera vivir sin
usar petróleo, pero en fin, ya era sábado en la tarde y llamé a Mar para preguntarle
cómo íbamos a hacer para juntarnos y experimentar el ritual del Ayahuasca. Su hermano ya estaba en Barranco
organizando todo, los sacerdotes
amazónicos habían llegado a la ciudad y debíamos estar como a las 8 de
la noche allí. No sé Mauro, tú avísame,
voy a intentar dormir un ratito antes de salir,
pero creo que puedes pasar por mí a eso de las 6 para vernos antes de
salir, me dijo cuando hablé por teléfono.
Organicé mis cosas, puse una muda de ropa
completa, no vaya a ser que mis secreciones se escaparan por algún lado
indebido, uno nunca sabe. La sesión
duraría toda la noche hasta entrada la madrugada y de seguro que necesitaría dormir después de
ella. Llegué a su casa toqué el timbre para buscar a Mar, me saludó, sacó su
maleta, que por supuesto era evidentemente más escueta que la mía, y luego de
reírse de mí, comparó su dimensión con
las suya, sube le dije, no jodas. Estuvimos merodeando los alrededores de
Barranco, yo buscaba una playa de estacionamiento y un lugar donde poder comer
algo, ella también estaba muerta de hambre. Primero pasamos a la casa donde se
nos desdoblaría el alma para encontrarnos con su hermano, bajamos algunas
cosas, mejor dicho todas, y luego de
recibir otro comentario debido a las dimensiones de mi maleta quedamos
en regresar a eso de las 9 porque aún
faltaba algunas otras personas que también nos acompañarían en el trance. Fuimos
a un restaurante a intentar comer una ensalada que no llegó nunca pero nos
atiborramos de papas fritas que culminaron con mi hambre y me dejaron un sentimiento de culpa sobre lo que pasaría
aquella noche. El hermano de Mar nos rompía el celular, ya era tarde, éramos
los últimos en llegar. Corrimos. Llegamos, no con el alma en la boca, sino con
las papas en la garganta. La casa era una muy antigua, construida en el siglo
pasado. Los techos altos quizá de 3 metros de altura, caminamos hasta el último
salón del fondo del corredor donde ya
estaban dispuestas las ubicaciones, un sleeping por persona cada una con la espalda apoyada contra la
pared. Me saludé con ellos, me saqué los zapatos y me acoderé al lado de Mar,
su hermano conversaba los últimos ajustes con su socio y sacaba la cámara para
grabar toda la sesión con visión nocturna en la lente. Mientras se iniciaron
los rezos en idioma ashaninka y pasaban un habano de purificación, hice un
repaso en mi mente de lo que significaba la ingesta de ese brebaje sagrado para
algunos: en primer lugar, es un alucinógeno que bloquea los neurotransmisores,
eso conlleva a completar la información que el cerebro no obtiene con imágenes
propias. Es en ese punto en donde muchos le llaman descender al otro yo, de
alguna manera otros autores explican que los dos hemisferios cerebrales se
conectan, el subconsciente aparece y te muestra tu verdadero yo, vidas pasadas
o cosas alucinantes como esas. Toma Mauro, me dijo el sacerdote asháninka, bébelo. Tomé el vaso viendo una
sustancia marrón y al pasar por mi garganta amargó todo mi tracto digestivo. El sacerdote siguió pasando
el brebaje a cada uno de nosotros, hasta
que completó con Mar, buen viaje le dije, vamos a ver si lo que sé de
esto se le parece a mi mente, cállate y
no lo analices todo, me dijo Mar. El sacerdote mando apagar las luces. Los once
que estábamos en esa habitación ya nos
encontrábamos intoxicados con la droga circulando por nuestros cuerpos, el hermano de Mar prendió la cámara, cerré los
ojos. Esperen entre 20 a
30 minutos dijo el sacerdote. Si yo veo
cosas sin estar drogado, qué sería de mí con esta cosa puesta en mis venas, pensé por un
momento, no creo que vaya a ver algo que
yo mismo no conozca ni sospeche, quizá vería todas las batallas de
guerreros que veo cuando duermo,
castillos antiguos cuando escribo, o bestias atrapadas en mi carne que no se animan a salir. Se rompió el
silencio y comenzaron los cánticos sagrados, las voces agudas que proferían lenguas extrañas invadían y saturaron
el aire, empecé a confundir mis
percepciones. Mar me preguntó, ves algo? no le dije, aún no, y de pronto
detrás de
mis párpados se encendieron
luces de colores, formas abstractas tan iguales a los mantos preincas, figuras Moche, Nazca Chachas,
giraban Mandalas delante de mí,
serpientes encendidas que cambiaban de colores. Yo no entendía por qué
veía tonos tan iguales a los colores que se usan en los tejidos antiguos,
naranjas fosforescentes, verdes,
amarillos, tonos orientales, en fondo negro. Las voces cambiaban el cántico y con ellas las imágenes
que percibía, estaba metido en un video
clip psicodélico, recordé los medallones en mármol que hacía para una fábrica, eran las mismas figuras que usaba
para decorarlos. Vi un medallón también
pero cuadrado, un medallón que había hecho de arte Mudeja pero que ahora
se iba acercando y me fui introduciendo
en cada poro del mármol expuesto, y a viva voz de los sacerdotes, fui percibiendo los cánticos
como texturas que se deformaban, que
cambiaban de colores. Ves algo? me preguntó Mar, abrí los ojos, y tuve a
varios caballeros en armadura sentados alrededor de una mesa, sus espadas estaban
colocadas contra las paredes, la mesa era ovalada y en el centro tenía un
medallón que antes había dibujado yo mismo cuando realizaba trabajos de
decoración. Cerré los ojos, aun no veo
nada Mar, ok Mauro, ya lo verás, yo aún no veo nada me dijo. Cerré los ojos
nuevamente, mi conciencia aún estaba conmigo, pero mi mano izquierda no. Mi muñeca se despertó, luego
mis dedos, empecé a sacudir mi mano como
una serpiente con vida propia, ella seguía los cánticos, empecé a mirar mi mano, abrí los ojos y no paraban de moverse
mis dedos, era como su quisieran tocar
una guitarra como si fuera un insecto boca arriba, no intenté detener el movimiento, simplemente la dejé ir. Recordé
que la mano izquierda está conectada la
hemisferio derecho del cerebro, el lado en donde se concentran las
emociones el lado intuitivo, además yo
era zurdo, quizá por eso me afectó la mano izquierda, pensaba en silencio, la mano
no paraba de moverse, volteé y vi al hermano de Mar grabando mis movimientos,
cerré los ojos de nuevo, que ves Mar?, le pregunté, veo colores Mauro, muchos
colores, veo un camino, y me hablan. Ok, sigue, no te interrumpo. De pronto, mi
mano se volvió una garra, se levantó como una cobra por sobre mi cabeza, me
contuve, abrí los ojos mil veces, los colores se fueron, el hermano de Mar se me acercó, quieres más? si
claro, y él pidió al sacerdote, uno doble para Mauro, fue así que me serví
medio vaso más de Ayahuasca, medio vaso que en un principio no me hizo nada sino hasta 3
minutos más tarde en que mis visiones quedaron borradas pero algo fue
sucediéndome y no lo podía controlar, mientras todos permanecían viendo su
propio video clip, y Mar acariciaba mi espalda, yo sentí que bestias en hordas pasaban delante
de mí, sin quererlo pronuncié atrás, atrás, atrás, atrás, y continué diciendo:
Apis, Apis, Apis, atrás, atrás. Fue
cuando sin quererlo mi mano se enterró en el sleeping, me senté en cuclillas, y empecé a moverme como una
especie de felino, volteaba mi cabeza con
los ojos cerrados de donde venían los cánticos, me limpiaba el rostro
como lo haría una especie de felino, no
quise dejar salir esa extraña criatura que me
invadía la conciencia, me eche al lado de Mar, enterré la cabeza en su
regazo y empecé a ronronear a olfatear
sus manos como su fuera un animal, ya no tenía
ninguna visión simplemente me dominaba un algo que no sabía por dónde
había venido, los cánticos aumentaron en volumen y por alguna razón generé mi
propia música gutural, competí con las
voces ashaninkas, mis cánticos comenzaron en un ritmo bajo pero luego fueron un
solo soplido, mis manos eran ya garras, mi garganta no podía pronunciar
palabras, yo no entendía por qué me iba a sacar un felino de mí mismo, si yo
detesto esos bichos, me incorporé sentado, empecé a desatar gruñidos, a himplar como una pantera,
me movía frente a la música como un
animal fascinado de algo, amenazaba a todo el mundo, le mostraba los
colmillos a quien me viera, cerca de mí
tenia a un sacerdote aprendiz, habían sido dos los principales, pero había un ayudante aprendiéndolo
todo, me acerqué frente a él, acerqué mi
rostro y le gruñí amenazante, dejé de cerrar los ojos, mis facciones cambiaron, sonreí y le dije, no me voy, y
morí de la risa, yo no entendía mi
comportamiento, los sacerdotes, rezaban en español, retrocede todo lo
malo, retrocede todo lo malo, decían, y
yo más gruñía y arqueaba mi espalda, sacudía mi
cabeza al ritmo de la música, sentí que Mar se acercó detrás de mí, te
pasa algo, abrí los ojos, entré en mí,
descuida, todo esta bajo supervisión consciente le dije. Volví a cerrar los ojos, vi a una
especie de criatura mirarme a la cara,
caminaba por las calles, Apis repetía yo. Mi conciencia me abordó, Apis
es el semidiós egipcio en forma de toro
que lleva a los muertos, mi mano se movió como una serpiente me amenazaba como
una garra nuevamente, vi que Mar se levantó adonde su hermano, él también estaba echado, había
tomado más ayahuasca que yo, pero él no se movía, solo cantaba algo mientras
permanecía inerte en el piso, entré una vez
más en mí, recordé a las culturas antiguas, aquellas en las que se
necesita de una mujer virgen para romper
hechizos y trances llamados mágicos, de seguro Mar no era una virgen, pero no importaba, tenía
que ayudarme, intenté desprenderme de
ese animal que me contenía, soplé mi propio cuerpo mientras decía en voz
baja: detrás, detrás, detrás, y yo repetía a mí mismo, no me voy, no me voy,
detrás. Las palabras son mágicas
repetía, yo ordeno, yo obedezco, detrás, detrás. Vi que Mar estaba al lado de su hermano, le dije: Mar
necesito de ti, solo una mujer puede sacarme de este trance. Ahora voy contigo
me dijo, estoy viendo a mi hermano, ok, le dije, y mi cabeza comenzó a
sacudirse junto con mi mano izquierda, podía mirar los sonidos que cantaban los
sacerdotes, caballeros haciendo brillar espadas, recordé versos que hablaban de
bestias silentes que me acompañaban y que yo gobernaba, ya era tarde ahora,
ella me gobernaba a mí. Mar repetí, necesito de ti, no vino, me eché sobre mi
propio cuerpo mostrando los colmillos, mi mano se negaba a abrigarme, salió por
sí misma a danzar, sentí que Mar entró a mi lado. Ella y su hermano eran hijos
de la misma madre, una señora de la selva que había crecido con leyendas de
poseídos, y espíritus, su madre les había enseñado qué hacer frente a
apariciones y aquellas cosas que me fascinan pero que sin embargo no creo. No
me voy repetía yo mismo con voz grave, y reía. Mar me pegó contra el piso, se
subió sobre mí y empezó a acariciarme detrás de la cabeza como buscando un
botón de escape, tocaba ciertos puntos que ahora no recuerdo pero que fueron
liberando una energía desconocida por mí. Luego fue bajando por mi cara y
hundiendo la punta de sus dedos en mis pectorales, siguió bajando, No me voy,
no me voy, yo ordeno yo obedezco, yo ordeno,
yo obedezco. Se acercó a mi estómago y
ciertamente no sé qué fue lo que ajusto, pero una descarga de energía
me abandonó, me abrazó y dijo algo en
otro idioma. Cuando volví en mí mismo, vi que nadie más estaba en el mismo
trance que yo, solo se limitaron a ver luces de colores plácidamente en sus
mentes. Un poco confundido me senté, su hermano ya estaba en pie, y muchas
personas ya se habían ido del ritual. Le dije a él, yo me imaginaba que algo
así me iba a ocurrir cuando viniera acá, pero no me imagino porqué sentí como
si algo que no supiera qué es me tomara el cuerpo de esa manera. Él sonrió, no
es eso Mauro, lo que pasa es que esta casa es muy pesada, la escogimos por eso,
en esta casa penan, y creo que te usaron de vehículo.
..:: MAuro ::..