miércoles, 29 de octubre de 2014

..:: Lemniscata ::..


Foto: Jon Foster©

del poemario Medusa


Es cierto que lleva tiempo volverse olvido,
volverse nube como si quisiera llegar a un mar que no distingo,
en donde te busca una nube en un faro de lejos,
en un recuerdo que se vuelve una banca de los dos,

y tú, que sigues tus lecturas que a pasos se asoman ,
me invento algo como si dijeras mi nombre.

Y escalo en tus palabras como una enorme montaña,
como una puerta cerrada,
y así es el corazón cuando la
mente es una vela que se apaga de un soplido al recordarte,
cuando no hubo respuestas y me volví un malvado entre tus dedos.

Qué será el tiempo sino una valla,
un árbol abrazado que duerme en tu camino.

Algo en la palabra se debe romper,
algo en el saber más preciso que se trague los sueños.

Esa la ilusión eterna de entenderse,
de mirar a una palabra y enterrarla con las manos,
tan inventora de cobardías que los tímidos desean.

Así soy yo cuando escribo,
mato una palabra mentirosa que se esconde entre la boca.

Y sigues ahí cual estrella que perfora la noche,
elevada en toda la tensión del aire que siento en la garganta,

y no sé cómo decir que algo de mí se esconde,
que me he ido a otro lugar de interminables simulaciones,
donde nadie existe de pronto, donde nacen todos los sonidos mudos.

Pero llegas, de alguna parte llegas
y el aire se vuelve azul cuando intento no mirarlo
cuando una rasgadura de color abre el cielo y
se derraman todos los significados de las cosas,
pero también abre en una herida de flor,
una que es un ojo que corta mi pecho para verte y
por eso se me calla el silencio.

Pero me gusta sentirte de lejos,
verte en el lugar más secreto que guardo,
sentir que todo lo mío es extraño cuando apareces en el libro del insomnio.

Es la nostalgia que traes, me digo,
(no es nada más que eso).

Lo mismo que una memoria enamorada,
la misma que no entiende de desenlaces finales
sino que se detiene al filo de su alma para mirar por
su espalda el regreso.

Pero qué fácil se hace escribir sin sentir la agonía de tu cuerpo alrededor,
sin sentir la montaña aplastante de la realidad donde mis dedos te tocan y
avivan el recuerdo de una llama de corazón de aire.

Así de libre sentir,
como si te sujetara de la mano sin que tengas que hacer nada,
sin descifrar lo que hablo o lo que escribo,
sin nunca haber existido en ese tiempo prestado y devuelto para huir hacia adelante.

Pero algo pasa en mi inspiración si te toco en el recuerdo
porque ella huye y se me escapa,
porque está hambrienta de sí misma y
te quiere de alimento.

Así creo que hago mi venganza cuando escribo y no te tengo,
porque soy ese barco que ataca a una isla sin un nombre pero a veces la llamo como a ti.

Pero nada es más secreto que lo que está en todas partes,
lo que está lleno de voces y de lluvia que uso para ayudar a escribirte,
porque hay lluvias que mojan la piedra más escondida,
y voces que la riegan para que ella nos atrape.

Ese es mi delirio entre la razón y mi orgullo vencido,
entre callar la contradicción  y congelar el tiempo,
entre dejar que mi alma se rompa como un cascarón, y
libere las alas que uso para enviarte mi propia mente abatida...

..:: MAuro ::..
29/10/2014

jueves, 23 de octubre de 2014

..:: Los ojos del espejo ::..



Del poemario Medusa


Me aburre del mundo el patrón al hablar,
sus mismas preocupaciones, sus mismos vicios y los mismos dolores aquejados,
los mismos ciegos que se reproducen en sorderas, los subconscientes y las carnes que envejecen,

todos nos aburrimos por recordar, por creer que somos otros y
somos un mismo cuerpo cortado a pedazos,

la misma voz que dijo todas las palabras del mundo
sólo para sonarse distinta y creerse importante,

porque todo depende de la expectativa,
del que abra la puerta, del que cure el ala rota que se rompe en el aire propio y ajeno.

Qué haría más que no aburrirme, comerme un hombre y a una mujer,
a los dos en sus penas y alegrías, a los dos sin arriesgar el apetito,

pensar como si el mundo fuera una presa que se mira en el secreto,
un ave que se eleva lejos y arroja su sombra a mis pies para que yo la pise,

pero cuando veas la vida de los ojos, cuando te veas desde un cuerpo que alberga un parásito,
hasta ese momento todos seremos lo mismo.

Tantos cuerpos que han perdido las sombras confundidas con los otros,
tantos otros mirando un mismo sol.

Sin embargo yo te veo, desde mi estilo, yo te veo, pero arrojo la mirada como si me sacara un zapato,
o una camisa, o el corazón, y todo aquello que puede caber sobre una silla.

De tantas palabras se han simulado nuestras conversaciones, tan inútilmente en creencias,
pero tan ideas que aglomeran mis pedazos.

Y todo en la vida se repite, sólo que en otros tiempos, por eso es que te digo ahora que la tierra es redonda.

Lo mismo da encallar y recorrer la orilla, lo mismo como si ante ese evento el otro ya no importe,
porque el paisaje es más bello.

Mar de aves que encubren el cielo de mi sonrisa irónica, todas ellas se creen seguras en sus alas
pero es mi viento en el que pienso cuando siento el aire, y tengo miedo.

Y qué eras tú sino un pretexto, y qué era yo sino una fábrica de sombras,
y da lo mismo porque un moribundo ha pasado entre nosotros ahora.

Me quedan tus pies imposibles de ignorarlos porque de ahí partes y terminas,
porque te sostienen callados y ocultos de mis ojos.

También te quedan las manos como un cuerpo a rastras que no llegó a formarse,
las manos que buscan en tu cuerpo como si buscaran un libro escondido y
al abrirlo se apareciera la Luna.

Un escualo merodea lo que fue y desea que regrese, así vas tú,
siguiendo mis pasos en los dedos de otros que responden tus encargos,

así he sido yo en las tardes vagabundas en el borde del abismo.

Y los fantasmas, esas negras energías de lo pendiente que atormentan y hacen llover para adentro.

Así empapados de los dos, aquí estamos como una posibilidad matemática,
como el último grito del ahogado que respira por una mano abierta en el auxilio.

Y cada uno en una cara distinta de la realidad, la que refleja los actos como un diamante imperturbable, en los que somos un rayo de luz que escapa de él,

pero a veces atravesamos la piedra y la piedad, el deber ser y la espera.

Así hablo yo, ya lo ves, desde el tiempo detenido,
desde la confesión que no se cree y no termina de contarse,

así esperas la mía como el nacimiento de la yerba,
como el cachorro que busca a qué aferrarse y
doméstica sus instintos mientras busca a quién querer.

Así es la poesía, se comienza con las ganas de leerla, y se termina con el último lamento de la letra que ya no se comprende.

He ahí una lámpara vacía cuando cierras el libro,
yo no entiendo qué me ocurre, y repito su luz como un recuerdo,

porque no hay fuego más intenso que aquel que se tiene en la piel que no arde,
porque el fuego está en los ojos del espejo…



..:: MAuro ::..

23/10/2014